miércoles, 4 de marzo de 2009

La historia de Mate Cosido

Hoy día quiero compartir con ustedes un informe interesante sobre la vida de Mate Cosido, uno de los bandidos rurales más famosos de la Argentina de principios del siglo XX:
Publicado en la revista Todo es Historia Nº 293, Buenos Aires, noviembre 1991
ALIAS MATE COSIDO
Hugo Chumbita

Fue el enemigo número uno de las «fuerzas vivas» del Chaco: un azote para Bunge & Born, Dreyfus, La Forestal y los grandes estancieros. Sus aventuras conmovieron a todo el país en la década de 1930. Los pobres del campo le brindaban ayuda, celebraban sus hazañas y lo convirtieron en mito. E1 Estado organizó la Gendarmería Nacional en el norte para terminar con él. No pudieron apresarlo, y su final sigue siendo un misterio.


El mismo escribió, en las postrimerías de su carrera, una memorable carta pública para justificarse: «no soy un delincuente nato (...). Soy una fabricación por las injusticias sociales que siendo muy joven ya comprendí, y por las persecuciones gratuitas de un policía inmoral y sin escrúpulos» [1].
El historiador inglés Eric J. Hobsbawm citaba, tres décadas después, el testimonio de uno de los policías que lo persiguieron, según el cual Mate Cosido fue moderado en el uso de la violencia, ayudó generosamente y nunca robó a los «buenos argentinos», sino sólo a «los cobradores de Bunge y la Clayton», es decir a las compañías extranjeras
[2].
Hay muchas razones para escribir la historia de un bandido rural, y en particular la de éste. Comencé a interesarme por él a raíz de su conexión con otro personaje célebre de las pampas del sur, Juan Bautista Vairoleto, que en aquella época atravesó el país para unirse a su banda y golpear nada menos que a La Forestal. Indagando el itinerario de ese asombroso encuentro pude constatar que detrás del episodio estaba la mano de los anarquistas, lo cual completa el cuadro y permite entender mejor el fenómeno de los bandidos populares en nuestro país
[3].
Por otra parte, en las últimas décadas la historiografía universal del bandolerismo ha ido adquiriendo nuevas dimensiones. El enfoque de cientistas sociales, ahondando el análisis de los conflictos rurales y las culturas campesinas, introdujo en esta materia una densidad teórica y polémica que es importante tener en cuenta.

La teoría del bandido social

Hobsbawm, historiador de los orígenes del capitalismo y del movimiento obrero europeo, situó a los bandoleros románticos como emergentes de la resistencia de las comunidades campesinas, a través de una elaboración teórica desde entonces ineludible [4]. Resumiendo la visión de casi un centenar de estos personajes, bajo el rótulo genérico de bandidos sociales, Hobsbawm describe en realidad tres especies: el «ladrón noble», que según la fama roba a los ricos para ayudar a los pobres; el «vengador», cuyo ejemplo es el cangaceiro brasileño, que aterroriza a los opresores demostrando que los pobres también pueden hacerse temer, y las bandas del tipo de los haiduks húngaros, que constituyen primitivas guerrillas de resistencia nacional contra el opresor extranjero. Se refiere asimismo a los cuasi-bandidos «expropiadores» –en nuestro país sería el caso de Severino di Giovanni– que adoptan los métodos del bandido social en la acción revolucionaria clandestina.
La calificación de rebeldes primitivos en la que Hobsbawm englobó a estos bandidos, junto con los movimientos milenaristas y otros, era un modo de caracterizarlos respecto a las manifestaciones de rebeldía «modernas». En su interpretación se trata de «una forma primitiva de protesta social», un fenómeno «prepolítico», propio de sociedades campesinas «profunda, tenazmente tradicionales» y de estructura precapitalista; en tiempos en que el equilibrio tradicional llega a quebrarse, los brotes de bandolerismo se agudizan. Su vigencia estaría en proporción inversa al desarrollo de las asociaciones campesinas y los partidos reformistas o revolucionarios modernos.
Algunos colegas de Hobsbawm, a partir de un trabajo de Anton Blok
[5], intentaron «desmitificar» a estos bandidos refutando que se tratara de verdaderos rebeldes y enfatizando los casos en que actuaron al servicio de caciques locales contra el interés de los campesinos. Hobsbawm replicó a Blok recordando los matices de su tratamiento del tema, que parecieran adelantarse a aquella crítica [6]. El no pretende que todos los bandidos famosos coincidan con el tipo «puro» del héroe campesino; estos personajes estaban inmersos en la vida económica y política de la época, y su supervivencia estaba a menudo ligada a un arreglo con los dueños del poder.
Hobsbawm añade argumentos convincentes para sostener su caracterización; la evidencia más fuerte de la existencia de lazos profundos entre el bandido y el campesino es la marcada distinción que la opinión pública rural hace entre los que desempeñan el rol de Robin Hood y los que no lo hacen. «Hay bandidos "buenos" y bandidos "malos", sin mencionar aquéllos acerca de los cuales la opinión pública es indiferente», y pone entonces, como ejemplo de los primeros, a Mate Cosido.
Desde nuestro punto de vista, la teoría de Hobsbawm resulta cuestionable en otro sentido. Lo que no corresponde al caso de bandidos como Mate Cosido y Vairoleto es su explicación basada en el contexto social. En las pampas del sur y del Chaco argentino a comienzos del siglo XX, no existe propiamente una comunidad campesina arcaica amenazada por el avance del capitalismo; son sociedades nuevas y heterogéneas de composición aluvional, formadas por masas de migrantes internos e inmigrantes extranjeros, en las condiciones de la colonización que impusieron las grandes empresas capitalistas. El conflicto no puede ser explicado en los términos «sociedad tradicional vs. Estado moderno»
[7].
Enfocando el fenómeno en otras regiones extraeuropeas, objeciones similares han sido planteadas por Richard White acerca de los outlaw «justicieros» del medio oeste norteamericano y por Pat O'Malley respecto a los hermanos Kelly en Australia
[8]. Sin entrar en toda la complejidad del análisis, anotemos aquí que ambos autores apuntan a formular una explicación en términos más amplios del conflicto entre la elite y las masas rurales, del cual surgen aquellos –por lo demás típicos– bandidos sociales.
Algo semejante plantea la corriente “revisionista” de la teoría hobsbawmiana, de la que se hace vocero Richard W. Slatta en las conclusiones de un libro colectivo sobre Las variedades del bandolerismo latinoamericano
[9]. Por una parte, coincide con nuestra apreciación al mostrar que las poblaciones agrarias sudamericanas presentan una gran diversidad de estructuras, alejándose del modelo de las sociedades arcaicas del Mediterráneo y Europa consideradas por Hobsbawm. Por otra parte, retomando la posición de Blok, Slatta concluye que, por debajo del mito, en estas latitudes no aparece el «bandido social» sino más bien otros que, antes que expresar la genuina rebeldía campesina, responden a los grandes terratenientes o incluso al aparato represivo estatal.
En un comentario al volumen editado por Slatta, Hobsbawm se remitió a anteriores respuestas dadas por él mismo a otras críticas, y observó escuetamente que la pregunta que había que hacerse es si existe mayor diferencia entre la realidad y el mito del bandido en América latina que en la Europa mediterránea, y por qué
[10].
La profundización de estos estudios tiene diversos caminos posibles y hay muchos interrogantes por responder. Hobsbawm iluminó los términos de la cuestión, aunque la variedad de las sociedades rurales y la compleja difusión del capitalismo en el mundo periférico no podía caber en su esquema centrado en la realidad europea. Esto sugiere un rumbo de indagación tan apasionante como la discusión para dilucidar hasta qué punto los bandidos fueron fieles a su leyenda o fueron instrumentados por ciertas elites.
A propósito, uno de los mayores desafíos es explicar las similitudes y diferencias con el mundo europeo, la «excentricidad» de un continente donde el transplante de la civilización occidental ha producido frutos paradojales. No es por cierto la menor paradoja que el debate académico actual sobre nuestros bandoleros criollos haya que leerlo en inglés.

El origen del bandolero

Vaya un punteo florido
y una milonga bien alta
para Segundo Peralta
de apodo Mate Cosido...
[11]

Segundo David Peralta, Mate Cosido, nació en Monteros, provincia de Tucumán, el 3 de marzo de 1897. Vástago de una familia humilde y numerosa, fue a la escuela primaria y trabajó en una imprenta siguiendo el oficio de su padre, hasta que empezó a tener problemas con la autoridad. Era un muchacho esmirriado, de tez blanca y cabello castaño, labios finos y orejas grandes, de 1,65 metros de estatura. Su apodo Mate Cosido se debía, al parecer, a una cicatriz cortante que ostentaba en la frente [12].
Se cuenta que un policía lo persiguió a raíz de cierta rivalidad por una mujer. El hecho es que lo detuvieron por primera vez en Tucumán en octubre de 1918, acusado por un robo, cuando tenía 21 años. Fue sentenciado a seis meses de prisión en suspenso por falta de antecedentes, pero poco después lo detuvieron nuevamente y le aplicaron una condena de nueve meses y medio por hurto. A partir de entonces la policía no dejaría de perseguirlo, con o sin motivo, y deambuló por varias provincias hasta que decidió marcharse al Chaco.
Es interesante constatar entonces que no era chaqueño, ni tampoco de origen campesino, sino que encontró un medio propicio en la zona rural del Chaco. Allí «se echó al monte» –momento crucial en la carrera del bandolero– o, en términos de la tradición autóctona, «se hizo gaucho»:

Esta es la historia
de un gaucho bueno
que su destino lo castigó
hiriendo en su alma de tucumano
la dura espina que lo desvió.
[13]

Había intentado establecerse en Córdoba, pero lo detuvieron, se fue, volvió y en 1924, tras resistir un arresto, lo condenaron a dos años, de los cuales cumplió poco más de año y medio en prisión. Regresó a Tucumán, viajó a Santiago del Estero y a Corrientes, y en cada lugar se repetía su detención por la policía hasta que intervenían los jueces poniéndolo en libertad.
«Muchas veces intenté rehacer mi vida y volver al camino que un día me descarrilé. ¡Vano intento! Caerá en un craso error y pecará de utopista aquel que crea que es posible realizarlo donde la policía conozca sus antecedentes, lo primero que hacen es quererlo conquistar como delator, si no acepta vienen las persecuciones (...)»
[14]
Ese hostigamiento determinó que abandonara Tucumán para ir al Chaco en 1926, año en que falleció su padre. Existe la versión, de fuentes policiales, de que tuvo que marcharse «a raíz de su intervención en una huelga»
[15]. Recordando la frase que citamos de su carta, donde se consideraba producto de «injusticias sociales que siendo muy joven ya comprendí», cabe presumir un temprano contacto con la agitación y las ideas proletarias de esa época.
En el Chaco se juntó con Antonio Rossi, el Calabrés, perpetraron una serie de robos y hurtos, y fueron apresados en 1926. A Peralta lo extraditaron desde el Paraguay, y a Rossi lo detuvieron en Misiones. Fueron condenados y cumplieron poco más de cinco años en prisión.
«Allá por 1931, después de haber salido de la cárcel de Resistencia, me dirigí a Tucumán a abrazar a mi madre. Un día mi pobre vieja, entre lágrimas y sollozos, me pedía que rehiciera mi vida y retornara al trabajo, le dije que no era fácil realizar lo que me pedía y le describí los obstáculos con que iba a tropezar(...)»
Sin embargo, sigue narrando Mate Cosido, lo intentó, con el apoyo de un abogado de prestigio, aunque no era fácil por la desocupación que «asediaba la provincia» y por sus antecedentes. Si bien «salía lo menos posible de mi casa para no darle oportunidad a la policía a molestarme», los «sabuesos» desconfiaban diciendo que no era más que una treta, y al fin el jefe de investigaciones «ordenó mi detención en reiteradas ocasiones en averiguaciones de robos». Careciendo de pruebas, tuvieron que dejarlo en libertad, «pero yo no estaba dispuesto a seguir soportando este estado de cosas» y al fin fue su propia madre la que le dijo: «aunque es grande mi dolor de madre, mi hijo, debes irte de mi lado y de Tucumán. Yo sé que contigo se va la mitad de mi existencia, y agregó: aún a costa de toda mi vida no permitiré que esos esbirros sigan jugando con tu libertad (...). Ese mismo día preparé un reducido equipaje, y al siguiente me marché rumbo al Chaco. Rumiaba ya a mi partida un plan de desquite y en el viaje lo completé (sería asaltante) ya que la policía no me dejaba otra alternativa iba a vengar las lágrimas de mi madre con otras lágrimas».

El Chaco

Así fue como Mate Cosido se dirigió a Presidencia Sáenz Peña, donde se relacionó con una criolla buena moza, Herminia Carneiro, que lo acompañaría en posteriores aventuras. Allí también recompuso la banda con Rossi y con Eusebio Zamacola, un vasco español vinculado al anarquismo, del cual se recuerda que fue contrabandista [16]. Sus andanzas comenzaron a adquirir notoriedad concitando la admiración popular:

Formó su trío de bandoleros
con Zamacola y el Calabrés
y en los poblados y en los senderos
fueron temidos yaguareté.
[17]

¿Por qué el Chaco? El escenario que escogió Mate Cosido era un área fronteriza, un territorio agreste en proceso de colonización. La «conquista» se realizó a partir de la expedición del general Victorica en 1884, con la ocupación del litoral, y otra operación militar de 1911 permitió ocupar la zona centro-oeste. A diferencia de la campaña de exterminio de los aborígenes que ejecutó Roca en el sur, en el Chaco se practicó la «reducción». No por contemplaciones humanitarias, sino porque, como explicara el mismo Victorica, «estas tribus proporcionarán brazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de madera» [18].
Miles de tobas, matacos, mocovíes y vilelas fueron forzados a fincarse en reservas y trabajar como peones. En 1904 se estableció La Forestal del Chaco, subsidiaría de un emporio de capital inglés que apropió millones de hectáreas y ocupó miles de jornaleros, imponiendo un régimen casi feudal en sus dominios; dedicada a la extracción del tanino, sus explotaciones devastarían en pocas décadas el tesoro milenario de los quebrachales
[19].
En la década de 1920, cuando nuestros bandoleros aparecieron en el Chaco, se estaba difundiendo en la región central el cultivo algodonero, que atraía como colonos un aluvión de inmigrantes italianos, polacos y de otras nacionalidades. La carpida de tierras y la cosecha del algodón requería también mucha fuerza de trabajo estacional, que proveían los indígenas y braceros de las provincias vecinas.
En aquel medio, ciertos conflictos rurales eclosionaron por vías que, siguiendo a Hobsbawm, pueden verse como formas de «rebeldía primitiva». Las secuelas del violento sometimiento de los indios se prolongaban en los años veinte y treinta. En 1924 varios líderes «mesiánicos» promovieron un movimiento milenarista en la colonia Napalpí, y la protesta por una quita en el precio del algodón –que la administración gubernamental compraba a los aborígenes– derivó en «huelga general»: los indios se negaron a trabajar para los blancos, y fueron aplastados mediante una terrible masacre. En 1933 el fenómeno se reprodujo en las colonias El Zapallar y Pampa del Indio, también conducido por chamanes con una ideología milenarista
[20].
Paralelamente, en los establecimientos fabriles de La Forestal, los obreros anarco-socialistas que ocupaban los puestos más especializados desarrollaron una organización sindical, incluso con prensa propia, y desafiaron la omnipotencia patronal con reivindicaciones sociales de forma más «moderna» que recibieron, sin embargo, la misma respuesta: la represión a sangre y fuego
[21].
La banda de Mate Cosido encontró refugio seguro en la zona central del Chaco, en los ranchos de los colonos pobres, entre los obreros de las hachadas y en la selva habitada por campesinos miserables de origen indígena. Los bandidos repartían generosas «propinas» entre sus amigos, simpatizantes y encubridores sus «adictos» –les llamaría Peralta–, pero sobre todo aparecían ante ellos como el brazo vengador contra la injusticia.
Acerca de la «leyenda sobre la transferencia de riquezas» de ricos a pobres, Hobsbawm cita anécdotas idénticas atribuidas a Jesse James y a Mate Cosido, que los presentan facilitando dinero a gente humilde para pagar deudas a sus acreedores, a los cuales atracan después para recuperar el dinero
[22].
Conociendo proezas semejantes de Vairoletto sobre las que existe evidencia documental, no debemos descartar su veracidad. En cualquier caso, reales o imaginarios, estos hechos se atribuyen naturalmente a quien la gente distingue como «buen bandido».
No cabe duda de que la banda de Mate Cosido llegó a contar con la tolerancia y complicidad de mucha gente, incluso algunos cuadros de la policía territoriana. Por otro lado, dadas las relaciones de Peralta y Zamacola con militantes ácratas, se presume que actuaron a veces de común acuerdo, aprovechando su inserción entre los trabajadores de las empresas. En varios asaltos a las grandes compañías parece evidente que contaban con datos precisos sobre la localización y movimientos de dinero que sólo pudieron conocer por medio de los empleados
[23].

Datos del prontuario

Allá por 1933 Mate Cosido asumió más claramente la jefatura de la pandilla, después que Zamacola fue capturado. Parece que el vasco tuvo la mala suerte de caer en un pozo, tras el asalto a una farmacia en Sáenz Peña. La policía lo apresó y durante un par de años la banda actuó sin él [24].
En julio de 1933 Mate Cosido y dos compinches asaltaron un tren de pasajeros en marcha, cerca de Avia Terai, despojando de 9000 pesos al pagador de una acopiadora. En abril de 1934, el atraco a un comercio en Villa Angela culminó de manera trágica: el dueño, Dámaso Martínez, se resistió y cayó herido de muerte en el tiroteo; su mujer siguió disparando y baleó al Calabrés, quien falleció estando ya detenido. Fue el comienzo de una mala racha, ya que en los meses siguientes les fallaron otros dos intentos.
En junio de 1935, camino a Pampa del Infierno, el automóvil de un pagador de Bunge & Born fue interceptado por los bandidos, que le robaron 6000 pesos. La policía los alcanzó poco después en un rancho cerca de Campo Largo, de donde lograron escapar hiriendo de gravedad a un agente.
«Yo llevo a la práctica dos normas de conducta, la 1a evitar la violencia todo lo que sea posible, dentro de mi realidad, para alejar toda posibilidad de homicidios y comentarios desfavorables, desprestigiándome a mí y a los camaradas que me acompañan, y esta otra: extremarlas energías en el combate forzoso cuando se trata de defender la libertad o eliminar algún delator»
[25].
En julio de 1936 la banda se trepó a un tren que salía de Concepción del Bermejo, apoderándose de unos 12.000 pesos que llevaba un pagador de Anderson, Clayton & Cía., y algo más que recaudaron entre otros pasajeros. El 6 de agosto siguiente coparon una oficina de la firma Dreyfus en Machagai y se llevaron de la caja fuerte nada menos que 45.000 pesos, dejando intactos los sobres con los salarios para el personal.
No resulta casual que siete días después entrara al Congreso el proyecto de creación de la Gendarmería Nacional, con una recomendación de urgencia que firmaba el presidente, general Agustín P. Justo. Este cuerpo policial militarizado se concebía como el instrumento más apropiado para acabar con el bandidaje chaqueño.
Mientras la policía redoblaba los esfuerzos batiendo la zona habitual de sus correrías, Mate Cosido y los suyos se tornaron un prudente descanso. En febrero de 1937, con ayuda de un hermano, Peralta compró una quinta cerca de Ferreyra, a pocos kilómetros de la ciudad de Córdoba, que hizo fortificar con rejas por todas partes. Zamacola adquirió otra no lejos de allí, camino a Los Filtros Nuevos, y ambos organizaron de tal modo su «retaguardia» previendo un futuro retiro. Peralta había tenido un hijo con Ramona Romano, una hermosa joven a quien llevó a ocupar la casona en Ferreyra; con frecuencia volvería a visitarla, a ella y al chico, por quien se dice que sentía verdadera devoción.
En agosto de ese año Mate Cosido volvió a dar otros golpes en la zona central del Chaco. Fue en aquellos días que algunos de sus secuaces, tramando desvalijar un tren, mataron a un joven chofer de apellido Borelli que se resistía a conducirlos a General Pinedo; la policía frustró el asalto, y en el sumario del caso se le atribuyó el crimen.
«…a veces también aparezco envuelto en hechos que distan mucho de coincidir con mi manera de proceder, estos son platos preparados en la cocina policial, presentados al público y a la prensa en bandeja, estos manjares están condimentados con el arte culinario de la picana eléctrica. (...) ¿Por qué iba a dar muerte a Borelli? (...) ¿Por robarle el auto? Para apoderarme de un auto que me venga en gana no preciso recurrir a esos extremos que siempre me será perjudicial, eso puede hacer un delincuente que mire muy cerca, de instintos muy bajos, pero yo trato en todos los casos de dejar lo menos posible un saldo desfavorable ante la opinión pública, el camino trillado quiero que quede lo más limpio posible.»
Los secuaces de Mate Cosido no tenían a veces los mismos escrúpulos. En cierto festejo, después del saqueo a un comercio en Gancedo, uno de los miembros de la gavilla llamado Malatesta mató a otro, Pedro Cardozo. Dicen que Peralta excluyó al asesino de la banda, dándole una cita a la que nunca acudió.
A fines de 1937 la banda puso en práctica otra modalidad delictiva. Detuvieron a un rico vecino de Presidencia De la Plaza que viajaba en auto con su esposa, le quitaron 1000 pesos y se llevaron a la mujer, por la cual tres días después obtuvieron 4000 como rescate.
En esos días, las fuerzas vivas del Chaco eran recibidas en audiencia por el presidente Justo, a quien presentaron un memorial cumpliendo el mandato de una asamblea promovida por la Cámara de Comercio e Industria del Territorio. El documento clamaba contra la impunidad de «varias bandas de gente de mal vivir, que actúan desde hace tiempo» creando un clima de inseguridad para las personas y para «muchos millones de pesos invertidos en industrias activas, comerciales y dedicadas a la explotación forestal, ganadera y agrícola». La policía, según el texto, no podía atender con 500 hombres una población de casi 300.000 habitantes diseminada en 99.066 kilómetros cuadrados. El reclamo implícito era la creación de la Gendarmería
[26].
Fue entonces cuando apareció Vairoleto el Pampeano, junto a Mate Cosido, atacando a La Forestal.

La conexión con Vairoleto

Hay por lo menos dos versiones que coinciden en situar el primer encuentro de los bandoleros en Buenos Aires, más precisamente en Barracas, y ambas señalan la mediación de los anarquistas. Una, transmitida a Humberto Costantini por viejos militantes libertarios:

Sé que una vez se encontraron
en casa de una polaca,
Fue en el barrio de Barracas
y a la hora de la siesta
que hablaron de Malatesta,
de Bakunin, del Lampiao...
[27]

El encuentro en casa de la polaca –presuntamente un prostíbulo– no desdice otro testimonio sobre la reunión que tuvo lugar en un sitio más curioso: la sede o templo masónico de la logia Hijos del Trabajo, en la calle San Antonio 814, cuya fachada tiene inscripta hasta hoy esa leyenda y los símbolos de la orden –escuadra y compás, triángulos y ojos radiantes– en la mampostería y la puerta. En ese antro, donde hay un impresionante salón ornamentado para las ceremonias rituales y una biblioteca, Agustín Nasso –sindicalista de la FORA, cuyo padre era casero de la logia– fue testigo presencial de la entrevista [28]. Ambos hombres se contaron sus respectivas historias y su manera de pensar, en una charla de varias horas presidida por un maestro de la logia. Vairoleto «quedó deslumbrado por el firme ideario ácrata de su interlocutor», y «finalmente decidió trasladarse hasta el Chaco» con algunos otros secuaces. A Peralta lo acompañaba, al parecer, el boliviano Tata Miño, uno de sus renombrados compinches, quien habría sido «el que más insistió por la unión de los bandidos». Al cabo, los concurrentes bebieron brindando «por la unión, por la anarquía y por el reparto de las tierras entre los chacareros».
Se deduce que aquella logia, fundada en 1882 en una barriada obrera, estuvo vinculada, infiltrada o cobijada en la década del treinta por los anarquistas, cuyas organizaciones habían sido golpeadas duramente por la represión. Hobsbawm señala la frecuencia de este tipo de entrelazamientos en su estudio sobre los rebeldes primitivos
[29].
Vairoleto se había relacionado con los anarquistas a través de un militante ácrata –conectado con el grupo porteño del periódico La Antorcha– con quien emprendieron en 1930 una quijotesca conspiración en el oeste pampeano
[30]. Esta vez, el propósito de los anarquistas habría sido reunir a los dos famosos bandidos instigándolos a ejercer una suerte de represalia contra la odiada Forestal del Chaco.
¿Cómo fue la relación personal entre estos bandoleros? Eran de la misma edad, Vairoleto un par de años mayor. Tenían muchos rasgos en común; su carácter reflexivo y una probada astucia, experiencias de vida e ideas sociales semejantes. Sin embargo, Mate Cosido era más cerebral, su carrera y sus atracos mucho más calculados y ambiciosos. Vairoleto robaba para ir tirando, repartía y se conformaba con poco, amaba la vida sencilla del campo, a cielo abierto. Peralta invertía el dinero previendo su retiro, prefería andar en automóvil y dormir bajo techo. Sin embargo, quizás podían complementarse bien:

que algo habría en el varón
si se ganó el corazón
de Bautista Vairoleto.
[31]

Contra La Forestal


El viaje de Vairoleto al Chaco fue preparado cuidadosamente. En diciembre de 1937 tomó el tren a Resistencia en compañía de tres hombres, uno de ellos el “Tucuta” Pedro González y otro el “Negro” Ramón Rodríguez. La policía lo sabía, e incluso manejaba el dato de que portaba un documento de identidad fraguado. En Vera, al norte de Santa Fe –una zona notoriamente controlada por La Forestal– los estaban esperando. Ello pone en evidencia que desde el comienzo hubo alguna filtración entre los completados.
Al llegara la estación Vera, los viajeros advirtieron la trampa y se descolgaron del tren tiroteando a los agentes. Huyeron, en sulky, a pie, nuevamente en ferrocarril, hasta Resistencia. Allí los aguardaba Recarte Sánchez, otro protagonista clave que jugaría un papel complejo y ambiguo en este capítulo de nuestra historia; patrocinante, entregador y correo de los bandidos, pero quizás también confidente de la autoridad. El llevó a los recién llegados en automóvil a un lugar del monte, donde los recibieron Mate Cosido y Zamacola
[32].

...y sé que en esa ocasión
Vairoleto el perseguido
se juntó a Mate Cosido
y que en unión fraternal
se hicieron «La Forestal»...
[33]

Zamacola no fue de la partida. En una visita a Córdoba, en marzo de 1938, la policía lo localizó, lo cercaron en su quinta y fue detenido. Encarcelado por largos años, ya no volvería a participar en las aventuras de la banda.
En base a información proporcionada por Recarte Sánchez, el 30 de marzo la banda de Mate Cosido, presumiblemente engrosada por Vairoleto, interceptó los automóviles en que viajaba con su custodia el gerente de Quebrachales Fusionados, una subsidiaria de La Forestal. Se alzaron así con 13.000 pesos que acababan de ser retirados de la sucursal del Banco Nación en Resistencia.
Peralta y Vairoleto discutieron el siguiente golpe contra La Forestal y al parecer no se pusieron de acuerdo. Aunque el que lo encabezó fue el pampeano, con sus compañeros González y Rodríguez, participaron varios secuaces de Mate Cosido: Ernesto y Lorenzo Chazarreta, el Alemancito Fizt, Ernesto Montenegro, Manuel Delgado, e incluso se mencionó como implicado a Marcelino, hermano menor de Peralta a quien llamaban «Mate Cosido chico». El entregador o informante de los datos de la empresa fue nuevamente Recarte Sánchez.
A las diez de la noche del 10 de mayo de 1938, los bandidos rodearon el establecimiento que tenía La Forestal en el paraje Kilómetro 25, pero fueron repelidos y en el tiroteo que se produjo murió el mayordomo Oscar Mieres.
Luego de aquel episodio desafortunado, Vairoleto llegó a la conclusión de que estaban siendo «vendidos» por alguien, y sus relaciones con Peralta se resintieron. Algunos partícipes del asalto fueron detenidos, y en el sumario policial cargaron el crimen en la cuenta de Mate Cosido,
«Otro regalito es la muerte del mayordomo Mieres; mi acusador Manuel Delgado (...) sabe bien quiénes son los verdaderos autores, y sí usó mi nombre es para salvar a sus compañeros y tal vez violentado por la policía»
[34].
Decepcionado, Vairoleto se volvió al sur. Era el fin de sus aventuras, y el comienzo de otra leyenda:

De aquella yunta de lujo
el Chaco guarda memoria,
y va creciendo una historia
que no tapará el olvido:
dos valientes (dos bandidos
según los diarios porteños)
que atracaban a los dueños
de tierras y quebrachales
para remediar los males
de tanto pobre chaqueño”.
[35]

La Gendarmería tiende el cerco

La ley de creación de la Gendarmería se sancionó dos meses después del asalto a La Forestal, y casi inmediatamente se decidió organizar la Inspección Norte en el Chaco, aunque sus cuarteles se instalaron recién al año siguiente. Mate Cosido tuvo tiempo de dar varios golpes más entre 1938 y 1939, actuando en compañía de su hermano Marcelino, el Tata Miño, Pío Tanicho Domínguez, Andrés Chazarreta, Ismael García y otros.
En esta época reincidió con los secuestros extorsivos, perfeccionando el método y cuidando de brindar un trato irreprochable a los rehenes. En octubre de 1938 atraparon a un comerciante de Quitilipi, Gabardini, que iba en auto con su familia. A cambio de un cheque por 12.500 pesos dejaron ir a su esposa e hija, y lo retuvieron hasta el día siguiente para obtener una suma equivalente: conforme a las instrucciones impartidas, dos empleados suyos arrojaron el dinero desde un tren en marcha al ver cierta señal luminosa. Días después, varios miembros de la banda fueron sorprendidos por la policía en el monte y Chazarreta fue ultimado. Parece que habían sido delatados por un tal Block, a quien una semana más tarde ejecutaron en represalia.
En abril de 1939, camino a Sáenz Peña, detuvieron el auto de Amador López y lo dejaron marchar reteniendo a su hija; para rescatarla el hombre pagó una semana después 15.000 pesos mediante el mismo procedimiento de arrojarlos desde un tren nocturno en marcha. A mediados de ese año atracaron un comercio y también a un pagador de –otra vez– la firma Anderson & Clayton.
Pero ya la Gendarmería comenzaba a instalarse en la zona central del Chaco. Para las tareas de «inteligencia» se creó una Sección Especial que encabezó el auxiliar Guillermo Solveyra Casares: su objetivo principal, el hombre a quien ficharon en el prontuario número 1, se llamaba Mate Cosido. A Vairoleto lo registraron con el número 7
[36]. Simultáneamente se designó jefe de Policía del Territorio al teniente coronel (R) Alberto Saravia, con la misión de reorganizar los cuadros.
Gendarmes vestidos de paisano comenzaron a internarse en los bosques buscando información. Se difundió profusamente un bando que ofrecía recompensa por la captura de Mate Cosido. En meses de fatigoso empeño lograron escaso resultado: los pobladores del monte callaban, e informaban de sus movimientos a los bandidos.
«Estoy enterado de la oferta de dos mil pesos que la Gendarmería promete por mi captura, pobre recurso de fracasados, eso es lo mismo que hacer confesión de incompetencia, lástima que mi detención haya sido cotizada tan a bajo precio, yo creía que a estas horas mi vida valía mucho más. Mis amigos chaqueños se ríen de la oferta y yo confiado duermo a veces en sus hogares, en la certeza que no seré vendido así nomás, algunas veces charlan conmigo al respecto y vierten opiniones, unos critican la bonita moral que quieren enseñar al pueblo, ser un traidor»
[37].
Un logro de los gendarmes fue la localización casual de Ismael García, que huyó y luego fue encontrado muerto en el monte. Solveyra comenzó a estrechar el cerco, detectando a algunos antiguos protectores de la banda de quienes obtuvo confidencias, como el estanciero Maumary. También se dijo que suministró información el propio Recarte Sánchez
[38].
A fines de 1939 Mate Cosido dio el último golpe. En vísperas de Navidad secuestró en una ruta a Jacinto Berzón, encargado de la estancia de la sucesión Furken. Esta vez, el pedido de rescate lo hizo Mate Cosido de puño y letra: «exigimos los 50.000 pesos o la vida de su hermano, quien pasará a alimentar a los cuervos», decía la carta que recibió María Berzón. El texto impartía precisas instrucciones para arrojar el dinero desde un tren el 7 de enero, según el método que ya era de práctica. Resaltaba también en aquellas líneas la suficiencia del bandido y su menosprecio por las fuerzas de seguridad: «Ya han transcurrido ocho días desde el secuestro, y la policía ni el polvo nos ha visto ni verá. (...) El jefe de la Gendarmería y sus satélites no sirven más que para torturar a gente de trabajo e indefensa».
Los familiares hicieron conocer la carta a la policía, y por otra parte el encargado de custodiar al prisionero, Julio Centurión, temió ser descubierto y fue convencido por Berzón de que le convenía entregarse y denunciar a sus compinches:

Pero fue un día
allá en el Chaco
que un compañero lo delató...
[39]

La gendarmería preparó entonces dos emboscadas. La noche del 7 de enero, saliendo el tren de Villa Berthet, los bandidos hicieron la señal con una linterna, y el paquete simulando contener el dinero fue arrojado por una ventanilla. Cuando Mate Cosido y sus compañeros se acercaron a recogerlo, una bomba luminosa destelló en el cielo y los gendarmes los tirotearon desde el tren. Peralta recibió un tiro en la cadera, y se salvó providencialmente de ser barrido con una ametralladora situada en un vagón abierto, cuyo mecanismo estaba trabado (parece que en el apuro olvidaron quitarle el seguro).
La segunda emboscada, en el rancho del monte donde habían dejado al prisionero, también falló. Mate Cosido advirtió algo y volvió sobre sus pasos. Cuando los gendarmes abrieron fuego ya era tarde.

... y desde entonces Mate Cosido
huyó a la selva, nunca volvió.
[40]

El último rastro

A pesar de la intensa batida de policías y gendarmes, no fue posible encontrar el rastro de Mate Cosido. Entretanto su caso adquiría gran resonancia en la prensa nacional, y el director del periódico ilustrado Ahora, que venía publicando una serie de notas sobre la historia, recibió una carta del mismo bandolero fechada en el Chaco en marzo de 1940 [41]:
«Estoy siguiendo paso a paso la lectura de Ahora en lo que a mí se refiere, y en capítulos veo conceptos elogiosos de mi proceder con secuestrados, y le agradezco sinceramente, ya que esa información no es errónea».
Luego de otros párrafos que hemos citado, el texto de aquel notable «manifiesto» prosigue con sugestivas reflexiones:
«Poco a poco he llegado a la situación en que me debato. Hoy vivo en plena selva y ella con sus asperezas no ha conseguido absorberme del todo; aún me quedan vestigios de mis mejores tiempos y no me queda otra alternativa que seguir trillando la escabrosa senda de mi vida, aunque sea dando tumbos con mi suerte (...). El comandante de Gendarmería en el Chaco, capitán Leopoldo Moreno, manifestó que prácticamente estoy abatido. La contestación la dejo trunca, para que el futuro establezca quién tiene razón; y aunque logre eliminarme, no será ninguna gloria para él. Si mi captura se realizase a base de perseverancia, con astucia que demuestre una inteligencia superior, podría ser un galardón que adornaría su triunfo; pero desgraciadamente no es así».
El periódico hizo constar que omitía los párrafos siguientes, donde el bandido denunciaba los procedimientos de sus perseguidores para arrancar confesiones. Luego se refería a los amigos del pueblo chaqueño que les testimoniaban su solidaridad a pesar del bando de captura de la Gendarmería: «otros gritan frenéticamente guerra al bando, los hinchas más furiosos me piden que extreme la lucha, y al verlos tan adictos a mí y dispuestos a servirme en cualquier trance, todo mi ser rebosa de agradecimiento; dentro del ambiente en que me debato, tengo momentos amargos y felices».
En ciertos párrafos desafiantes, Mate Cosido parece anunciar la prosecución de sus andanzas. Sin embargo, éste sería su testamento como bandolero.
La Sección Especial de Gendarmería había detectado la relación de Peralta con su hermano Patricio y con su concubina Ramona Romano, ambos radicados en Córdoba. Apareció entonces una carta firmada por Ramona, dirigida al director de Gendarmería, en la que prometía informar lo que sabía sobre la banda, lamentando que pudieran caer humildes obreros metidos en esto por necesidad. Sugestivamente, la acusación más concreta se refiere a los entonces comisarios de policía de Charata y Villa Berthet como encubridores, y al ex comisario de Villa Angela, Leopoldo Montenegro, como entregador y «socio» del bandido
[42].
A Patricio Peralta lo detuvieron en secreto y le arrancaron los datos que llevaron a Solveyra Casares hasta Añatuya, a la casa del «turco» Fagalli o Fagoli, donde junto al suboficial Salomón se hicieron pasar por amigos en busca de Mate Cosido. Efectivamente, el hombre había pasado por allí, haciéndose curar por el farmacéutico del pueblo, y los gendarmes hallaron algunas prendas suyas ensangrentadas. Mate Cosido habría dejado un poder al turco para que se pudiera vender la quinta de Córdoba, con instrucciones de repartir el dinero entre su hermano, Ramona y el niño. El otro hermano, Marcelino, fue detenido y cuentan que lo mataron en la cárcel de Resistencia en un intento de fuga fraguado.
En mayo de 1941, a raíz de una denuncia confidencial, Solveyra viajó al Paraguay y comprobó que Peralta andaba por allí: el teniente Juan Virgilio Ríos, un militar paraguayo que estuvo exiliado en Argentina, tenía una deuda de gratitud con él y lo había acogido en Asunción. Hernán Díaz Pérez, otro ex exiliado, hijo de un prestigioso profesor español de la Universidad de Asunción, se había encontrado con el prófugo en abril en un prostíbulo de Yuto (Jujuy), donde se hicieron amigos, y por su intermedio Peralta recibió dinero de Argentina enviado por sus familiares. Solveyra se entrevistó con el presidente de la República, Moriñigo, y con su apoyo siguió el rastro de Mate Cosido por el interior del país, desde Luque hasta Villarica, sin poder darle alcance
[43].
Policías y gendarmes se mantuvieron alerta un tiempo esperando que el bandido se pusiera en contacto con su familia. Todo fue infructuoso. Se lo dio por muerto o reaparecido muchas veces. Versiones imposibles de comprobar dicen que vivió en Rosario, que fue cacique local del peronismo en Santa Fe, o que vivía de rentas en el Paraguay, y también que formó una familia radicado en el interior de Tucumán, donde envejeció rodeado de hijos y murió de cáncer en su cama
[44].

Conclusiones

No parece casual que estos bandoleros desaparecieran de escena a comienzos de la década de 1940. Vairoleto fue ultimado en Mendoza en 1941. Zamacola, indultado en 1945, había estudiado en la cárcel y rehizo su vida como activista en los sindicatos agrarios del Chaco, llegando a convertirse en un respetado y próspero empresario. La industrialización modernizó el país y el peronismo mejoró la situación de las clases populares. El bandolerismo parecía haber sido erradicado.
Sin embargo, el fenómeno reapareció en la misma región veinte años después con las andanzas de Isidro Velázquez. He aquí de nuevo al «buen bandido» admirado y apoyado por los pobres del campo, que tuvo en jaque a la policía de 1961 a 1967, y cuyo mito aún circula en boca y guitarras de sus paisanos. Un libro de Roberto Carri lo sitúa como epígono de Mate Cosido y sugiere otros antecedentes nacionales, desde el «gaucho malo» que retrató Sarmiento hasta el Martín Fierro de Hernández
[45].
La historia de los bandidos populares argentinos en las décadas de 1920 y 1930, e incluso en los sesenta, corrobora el tipo descripto por Hobsbawm. Aquí aparece el «bandido de los pobres» que no encuentran los «revisionistas» norteamericanos, y no advertimos mayor distancia entre mito y realidad que en el medio europeo. Es de lamentar que Slatta, autor de un exhaustivo estudio sobre los gauchos en la pampa bonaerense del siglo XIX
[46], extrajera conclusiones sobre el bandolerismo latinoamericano ignorando a nuestros Robin Hood del siglo XX. Sin embargo, la explicación de Hobsbawm no cierra en nuestro caso, ya que el contexto no es una comunidad campesina tradicional. Si bien el centro del Chaco fue una zona de frontera con elementos culturales «arcaicos», aquella teoría es insuficiente para dar cuenta de la vigencia del fenómeno en toda la región, prácticamente hasta nuestros días.
Mate Cosido (y Zamacola, Vairoleto, Velázquez, etc.) demuestran que el bandolero popular puede aparecer también en medios rurales heterogéneos, donde se identifica simbólicamente con los estratos sociales más bajos. La condición de posibilidad del fenómeno es un conflicto social «crónico» –utilizando un concepto de Pat O'Malley
[47]– de suficiente entidad para que pueda configurarse cierta solidaridad de las capas populares frente al poder.
¿Cómo podía darse esta condición en los Territorios Nacionales recién poblados de la década de 1920? Creo que es fundamental considerar la profunda impronta gauchesca en la cultura popular, que establece una continuidad entre los trabajadores rurales de este siglo y los del pasado. A pesar de ser un ex obrero gráfico, Mate Cosido era visto como un gaucho. La vigencia del código gauchesco –un ideal de vida cuyos valores son la insumisión, la generosidad, el valor– marca el comportamiento que la sociedad rural le reclamaba, y cuando él se conformó al arquetipo fue reconocido y convertido en héroe popular.
Nuestros bandidos no emergen de una sociedad tradicional, pero hay una tradición que facilita o provee sustento cultural a su desafío contra el poder «civilizador». Ellos siguen encarnando los valores de una clase social y una forma de vida ya extinguidas, las de los gauchos, cuya memoria aún da sentido a la rebeldía de los pobres del campo.

Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente,
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido.
[48]

De todas maneras, cabe preguntarse por qué los campesinos pobres asumen esa tradición justificando a sus héroes, por qué en definitiva resisten los valores del sistema dominante, y por qué eso ha podido seguir ocurriendo hasta hace poco.
En la Europa del Mediterráneo de los últimos siglos, la contradicción que eclosionó era la de los pueblos campesinos antiguos atenazados por el desarrollo del Estado capitalista. En otras áreas de expansión del capitalismo, como Australia o los Estados Unidos del siglo XIX, aparece en primer plano la lucha por la tierra, combinada a veces con factores de conflicto étnico o regional. En los países sudamericanos podemos observar en el trasfondo una remota analogía con la resistencia del campesinado tradicional europeo: los sectores populares de las zonas rurales enfrentan un poder «exterior», un aparato estatal perceptible como ajeno y amenazante para ellos.
La ley, la policía, la autoridad formal, representan intereses extraños, están subordinadas al mantenimiento de un orden que tiene su centro en otro sitio. En el Chaco esa dualidad colonial era ostensible en la dictadura de las compañías extranjeras, la dependencia de los mercados internacionales, el maltrato a las masas indígenas o mestizas sin la mediación de una auténtica clase dirigente local y sin un régimen político legitimado por el consenso. La época del peronismo cambió el escenario, pero en la década del sesenta los desajustes económicos y políticos recrearon las condiciones de marginación social y crisis de la autoridad en las que emergió nuevamente el bandido mítico. Por supuesto, se trata de hipótesis sobre un tema que requiere ser mejor investigado (convendría que historiadores y antropólogos argentinos no delegaran toda la tarea a los latinoamericanistas visitantes).
La tesis «evolucionista» de Hobsbawm, según la cual la organización política o sindical supera el bandolerismo primitivo, resulta discutible en nuestro medio porque es difícil constatar un progreso lineal en tal sentido, y las condiciones sociales de ciertas regiones presentan violentas fluctuaciones. No obstante, es obvio que cierto nivel de bienestar económico y de legitimidad del orden político tenderá a extinguir las condiciones de posibilidad del bandolerismo.
Nadie puede asegurar todavía que nuestro país haya alcanzado ese nivel de evolución y, mientras tanto, la leyenda de los bandoleros gauchos sigue siendo, más que un dato folklórico, una señal de advertencia sobre las fisuras entre la cultura popular y el orden legal.

EPILOGO PARA LA FAMILIA DE MATE COSIDO

Ramona Romano, prontuariada por policías y gendarmes como la mujer de Mate Cosido y madre de su hijo, se llamaba en realidad Genoveva Romano, y tenía 14 años cuando conoció a David. Ramona era un apodo que le puso él. Usando su verdadero nombre, un día pudo eludir las acechanzas de los perseguidores que esperaban el regreso del bandolero, y retornó a su pueblo natal de Roque Sáenz Peña, en el corazón del Chaco, a criar en paz al hijo de ambos, Mario Fernando, sin que nadie le molestara. Aunque David mandó cierta vez a un emisario para llevarlos con él, sus familiares se opusieron, pensando sobre todo en el futuro del niño, y Genoveva se resignó a no verlo más.
Mario se hizo hombre, tuvo diversas ocupaciones, fue periodista de deportes en medios locales, formó un hogar, y pocas personas supieron que era hijo de aquel legendario fugitivo. A pesar del corto tiempo que estuvieron juntos, Mario recordaba siempre los gestos de cariño de su padre, y tenía presente cómo una vez se interpuso para que la madre no castigara sus travesuras.
Muchos años después, la cineasta Michelina Oviedo -también oriunda de Sáenz Peña- encontró a Genoveva y Mario y los persuadió para que dieran su testimonio en la parte documental del film “Mate Cocido, el bandolero fantasma”. Así se revelaron aspectos desconocidos de esta historia, que culminó para ellos, como un homenaje, con el estreno de la película en Resistencia (2004). En esa ocasión, Genoveva nos manifestó que aquella carta al director de Gendarmería donde se denunciaba a los policías cómplices de David no la escribió ella, y seguramente fue cosa de su madre, quien conocía bien esas relaciones.
Mario falleció en mayo de 2006. Genoveva sigue viviendo en Sáenz Peña, acompañada por el afecto de sus nietos.

[1] Carta de Mate Cosido en revista Ahora, Buenos Aires, número 498, 29 de marzo de 1940.
[2] Eric J. Hobsbawm, «Social Bandits: Reply» en Comparative Studies in Society and History 14, número 4, septiembre 1972, p. 504; el informante, entrevistado en 1968, era el sargento José Avalos (según Hobsbawm, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976, p. 6).
[3] Mi primer trabajo, «Bairoletto, el último bandido romántico» se publicó en el suplemento número 10 de Todo es Historia, diciembre de 1968, y se reeditó como libro en 1974 y 1977. Considerando aportes posteriores a la investigación, rectifico la ortografía del apellido Vairoleto (con V) y también la de Mate Cosido (con s).
[4] E. J. Hobsbawm, Rebeldes primitivos. Estudios sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1968, cap. II, y Bandidos, cit.
[5] Anton Blok, «The Peasant and the Brigand: Social Banditry Reconsidered», en Comparative Studies in Society and History, 14, número 4, setiembre 1972.
[6] Hobsbawm, «Social Bandits: Reply», cit.
[7] Ver H. Chumbita, «Bandolerismo social», en T. S. Di Tella y otros, Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas, Buenos Aires, Puntosur, 1990.
[8] Richard White, «Outlaw Gangs of the Middle Border: American Social Bandits», en The Western Historical Quarterly, 12, número 4, Logan, Utah, octubre 1981. Pat O'Malley, «Social Bandits, Modern Capitalism and the Tradítional Peasantry. A Critique of Hobsbawm», en The Journal of Peasant Studies, 6, número 4, Londres, julio 1979.
[9] Richard W. Slatta (ed.), Bandidos: The Varieties of Latín American Banditry, Nueva York, Greenwood, 1987, que contiene, entre otros, el estudio de Slatta «Images of Social Banditry in the Argentine Pampa».
12. La filiación y demás datos oficiales sobre MC que transcribo los verifiqué en su prontuario y documentación del archivo del Servicio Histórico de Gendarmería Nacional (SHGN) consultados en Buenos Aires, 1991. El informe «Segundo David Peralta (a) Mate Cosido», en la revista Gendarmería Nacional número 14, 1966 (dirigida entonces por el comandante José E. San Julián), se apoya en tales documentos y otras referencias aportadas por personal de la institución. Sergio Almendro compulsó las mismas fuentes para una serie de notas en la revista ¡Esto!, números 214,215 y 216, Buenos Aires, marzo de 1990. Asimismo obtuve información complementaria de un trabajo inédito de RAMÓN TISSERA, “Alias Mate Cocido”, basado en registros policiales, datos periodísticos y testigos de la época, que el autor me facilitó en 1974 en Resistencia y de donde tomé el título del presente artículo.
[10] Hobsbawm, en Hispanic American Historical Review 68, número 1, febrero 1988, pp. 135 y 136.
[11] Humberto Costantini, «Milonga de aquella yunta» (música de Osvaldo Avena) en La Razón, 3 de febrero de 1985, y en H. Costantini, Más cuestiones con la vida, Buenos Aires, 1986.
[12] La filiación y demás datos oficiales sobre Mate Cosido los verifiqué en su prontuario y documentación del archivo del Servicio Histórico de Gendarmería Nacional (SHGN) consultados en Buenos Aires, 1991. El informe «Segundo David Peralta (a) Mate Cosido», en la revista Gendarmería Nacional número 14, 1966 (dirigida entonces por el comandante José E. San Julián), se apoya en tales documentos y otras referencias aportadas por personal de la institución. Sergio Almendro compulsó las mismas fuentes para una serie de notas en la revista ¡Esto!, números 214, 215 y 216, Buenos Aires, marzo de 1990. Asimismo obtuve información complementaria de un trabajo inédito de Ramón Tissera, “Alias Mate Cocido”, basado en registros policiales, datos periodísticos y testigos de la época, que el autor me facilitó en 1974 en Resistencia y de donde tomé el título del presente artículo.
[13] Nélida Argentina Zenón, «Mate Cosido», chamamé, difundido en el litoral en los años '70.
[14] Carta de Mate Cosido a Ahora, cit.
[15] Artículo en Gendarmería Nacional cit., p. 52.
[16] El de Zamacola es el prontuario número 4 de la Sección Especial de Gendarmería Nacional, donde consta que nació en Vizcaya en 1904, de 1,75 m de estatura, con instrucción primaria, habiendo sido «jefe de la banda que luego capitaneó MC»; se añade que fue «rompe-huelgas en Villa Constitución (Santa Pe) de donde fue expulsado», dato curioso que parece contradictorio con su vinculación al anarquismo.
[17] Chamamé de Nélida A. Zenón, cit.
[18] Cit. por Nicolás Iñigo Carrera, La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940, colección «Conflictos y procesos en la historia argentina contemporánea» número 11, Buenos Aires, CEdAL, s/d.
[19] Cfr. Anacarsis L. Acevedo, Investigación a la Forestal, CEdAL, Buenos Aires, 1983.
[20] Cfr. Mario Fort, Milenarismo y conflicto social: los tobas, colección «Conflictos y procesos...» número 27, Buenos Aires, CEdAL,s/d.
[21] «Los hacheros», informe especial en Cristianismo y Revolución número 8, Buenos Aires, julio 1968, refiere conflictos y huelgas que culminaron en enfrentamientos armados en 1921.
[22] Hobsbawm, Bandidos, cit., p. 47.
[23] Referencias de Ramón Tissera (Resistencia, 1974).
[24] Para el período posterior a 1933, además de los datos del prontuario, tengo en cuenta la serie de notas «La verdadera historia de Mate Cocido» (Ahora número 488 a 497, febrero/marzo 1940), el art. en Gendarmería Nacional cit., y ref. de Ramón Tissera.
[25] Carta de Mate Cosido a Ahora, cit.
[26] La Voz del Chaco, Resistencia, 21 de diciembre de 1937.
[27] Milonga cit.; Costantini me confirmó haberse basado en testimonios directos (1985).
[28] Cfr. Carlos Cúneo y Abel González, La delincuencia, colección «La Historia Popular» número 54, Buenos Aires, CEdAL, 1971, p. 89; González me confirmó haber obtenido el testimonio (1990). La logia sigue funcionando en la misma sede hasta hoy.
[29] En Rebeldes Primitivos, cit., cap. VIII, Hobsbawm incluyó un estudio de las sectas obreras, donde señala las influencias y vinculaciones de la masonería a este tipo de movimientos sociales.
[30] Ver H. Chumbita, «Bairoletto...» cit.
[31] Milonga de H. Costantini, cit.
[32] Ref. de Ramón Tissera.
[33] Milonga cit.
[34] Carta de Mate Cosido a Ahora, cit.
[35] Milonga cit.
[36] Cfr. documentos de archivo del SHGN. La Sección Especial se disolvió en 1941. Solveyra Casares fue años después funcionario de inteligencia en el gobierno de Perón.
[37] Carta de Mate Cosido a Ahora, cit.
[38] Según Solveyra, García se había suicidado (informe del 27.10.1939, archivo SHGN). Respecto al doble papel de Recarte Sánchez, ref. de R. Tissera.
[39] Chamamé de Nélida A. Zenón, cit.
[40] Chamamé cit.
[41] La carta, despachada por correo desde Rafaela, estaba firmada como «Manuel Bertolatti», y Ahora la transcribió casi íntegra en los números 498,499 y 599, marzo/abril 1940.
[42] La carta de Ramona está fechada en Córdoba en 1940, omitiéndose el mes (original en archivo del SHGN).
[43] «Informe sobre comisión auxiliar SC al Paraguay localizar MC» fechado en Buenos Aires, 13 junio 1941 (archivo del SHGN).
[44] Además de otras fuentes citadas, cfr. Gustavo Germán González, «55 años entre delincuentes y policías», en Crónicas de «el hampa porteña», tomo 1, 1971, p. 92.
[45] Roberto Carri, Isidro Velásquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia, Buenos Aires, Sudestada, 1968; el chamamé «El último sapucay» de Oscar Valles relata su muerte a manos de la policía.
[46] R. W. Slatta, Los gauchos y el ocaso de la frontera, Buenos Aires, Sudamericana, 1985.
[47] P. O’Malley, ob. cit., p. 494.
[48] José Hernández, Martín Fierro.

Fuente: www.hugochumbita.com.ar/actualizaciones/b_alias_matecosido.doc

5 comentarios:

Napoleón Bonaparte dijo...

Muy, muy, muy bueno y muy completo chabon, realmente me gusto mucho aunque no lo lei entero, encima hasta Hobsbawm lo menciona a mate cocido, realmente impresionante esta nota, te felicito amigo.

Facuskarex dijo...

Jajaja, gracias hermano, justamente Hobsbawn lo menciona en su libro sobre los bandidos rurales en Latinoamérica, es un experto en el tema. Me alegro que te haya gustado el posteo.

Anónimo dijo...

hola...me encanta todo lo q escribiste es lo mas completo q lei hasta ahora sobre el mate cocido... yo soy artista plastica y de todo un poco y vivo en madrid con mi novio los dos somos tucumanos..y yo entre a tu blog por q estoy ecribiendo un monologo para mi novio ...justamente sobre el mate cocido..
la verda q te feicito saludos che

Facuskarex dijo...

Hola cuenta cuentos, disculpa la tardanza en responderte, me alegro mucho que hayas disfrutado la lectura de este posteo, yo soy estudiante de Historia en la Universidad Nacional de Tucumán, me gustó mucho tu interés en leerme, te lo agradezco de verdad, y te cuento una pequeña anécdota sobre el nombre de Mate Cosido: no se lo puso porque le gustaba el mate, que le encantaba según se conoce, sino por tener el "mate" (o sea, la cabeza) cosido, producto de las numerosas y profundas heridas que le infringió la policía en sus vanos intentos por capturarlo... un abrazo grande a los dos, y muchas gracias por leerme...

PD: A mí también me encanta el mate cocido, jajaja, saludos!!!

Unknown dijo...

hola, quiero agregar un dato mas, la persona que le cosio la cara fue mi bis abuelo, el doctor feijoo.

saludos emiliano

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